Viernes, ocho de la mañana. Sa1go un poco tarde de casa y subiendo por Pontones veo dar la esquina al autobús de la línea Circular. Imposible correr, estoy demasiado lejos y además no tengo la cabeza para esos trotes. Pienso que llego demasiado tarde y calculo e1 mogollón de tráfico que habrá, como para coger un taxi. Al llegar a la esquina veo que viene otro autobús rojo y me pego la carrera. La vieja de Jaén – que conozco de otros días- corre a mi rebufo. Se me ocurrió decir al subir al Bus ¡vaya suerte que hemos tenido!...para qué diría nada. Se sentó a mi lado en la última fila y no paró de hablarme hasta que me bajé en Moncloa como si me conociera de toda la vida. Todo lo que sigue dicho con acento de Jaén. Es una mujer bajita, con gafas grandes, dentadura postiza, pelo muy tirante y moño a lo doña Urraca.
Hija, menos mal, sentadas... que vengo hecha unos mixtos. Con la que se montó ayer aquí... se dijeron de todo, se agarraban hasta de las solapas y se mentaban sus partes. Y mira, yo ya estoy algo mejor pero aún, con el nervio que yo tengo y es que no tengo ni gana de trabajar. Y mucho decir si, sí, la señora venga que te traigo la medicina, pero mucho, hablar y aún no la tengo. Cuatro, con cuatro pinchazos que creen que voy a estar yo bien con eso, una vez hasta 10 pinchazos me dieron y los aguante eh?, mira aquí, en los ijares como yo digo -y se señalaba a los lados por bajo de la tripa- que tengo un dolor que no puedo con e1. Lo que te digo, unos mixtos estoy hecha. Y claro ahora llego y me tomo un vaso de leche que me mantenga un poco y la señora con eso quiere que tire, porque antes me tomaba la leche con unas galletas, pues ahora va y ya no compra galletas, dice que su hija ya no quiere y claro yo no soy nadie. Cuanto más ricos más agarraos. Porque mi señora es ligera, ligera como una mariposa. No se le va una peseta de más. Ayer va y saca de la compra unos paquetitos de galletas pequeñitos, finos y me dice, estas galletas son para mi Javi. Qué malaje, malrrayo. Y fíjate que el Javi es el único que le echa ahí cojones. Porque el señor es medico, catedrático de dar clase y luego tiene una consulta suya...que ya veras tú lo que sacan y luego a mi ni galletas y eso sí mucho ¡vente a Monteprincipe! Como si eso fuera un regalo, en lugar de llegar a mi casa a las 4 llegar a las 8 y claro ella tan contenta. Lo que te decía del Javi, estudia también como su padre y cuando fue a examinarse, que le tocaba con su padre, le echo cojones y dijo que no, que lo examinara otro que no quería que dijeran luego que lo había aprobado aquello por 1a cara. Y luego la señora tanta ligereza y nos ponemos a hacer la cama y le digo, mire, que la colcha por este lado que no se ve, igual que quede peor y del lado que se ve que quede bien; pues ella que no, que da igual. Como con las sábanas igual pone lo de arriba abajo que lo de abajo arriba. Pero luego mira, va el señor y se acuesta 1a siesta -que no digo yo nada, que trabaja mucho- y como no paro de hacer cosas se me olvidó estirarle la cama al levantarse y como me acordé al día siguiente se lo dije...mucho darle igual y como queda con mala cara me dijo: ya, ya vi. que no la había hecho usted... Saboria, que es un saboria. Pero eso sí, un día me cargué las razones y le dije, si no me sube el sueldo yo me voy, que le ayuden sus cinco hijos a limpiar y a hacer las camas y va y me dice ¡pero si eso ya no esta de moda! mírala que salerosa ella. Pues bien claro volví a decírselo y a ver qué iba a hacer, si se quedaba perdida.
Yo con gafas negras, medio dormida y sin girar la cabeza en ningún momento, seguía atónita el relato. Supongo que los de al lado pensarían que conocía todo sobre su vida, hablándome así.
Y qué hora llevas. Pero qué bien vamos hoy ¡con la que hubo ayer aquí, que si no hay educación, que qué grosero, que si le agarro por la callada no vuelve a poder levantarla -esto me lo decía muy bajo y pegada a mi oreja-¡Ay hija echa unos mixtos voy!
Me baje en Moncloa y, efusiva, me deseó suerte y un buen día. Eran las
Maku Vicente. Madrid, 1987
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