Va a hacer un cuarto de siglo del Cine de Verano del Ayto. de Madrí, primero de izquierdas –PSOE,PCE- tras la Guerra (in)Civil y la primera vez que se ofrecia cine gratis al pueblo. Duró poco, pues enseguida fue cercado y de pago. Sorprende compararlo cómo se ve ahora el cine, en la privacidad del ordenador o en la intimidad de nuestra habitación, donde la gratuidad se ofrece de forma tan diferente.
Eran aproximadamente las 9 de la noche cuando entrábamos en el Retiro por la puerta más cercana a la plaza de Mariano de Cavia. El calor del día aún se mantenía en el aire pero entrábamos en el corazón de la frescura. La Rosaleda había perdido casi todas sus rosas. Dejamos atrás la estatua del Angel Caído y nos dirigimos al Jardín Chino. Creo que era la primera vez que pisaba esa parte. A pesar del agua medio estancada de los canales, en el césped de las orillas se agradecía la humedad. Los bancos bajo los sauces cobijaban apretadas parejas. Las escalinatas del Palacio de cristal estaban tomadas por poetas que intentaban hacerse oír sobre el ruido que monta al bajar, escalón a escalón, un bote vacío tras otro de cerveza. En el Refugio de troncos los jugadores de ajedrez llenaban las mesas y en la explanada de al lado juegan al fútbol.
A las 10 llegamos al recinto de Cine de la Chopera. Hay muchísima animación. Se nota que es el último día gratis y está ya medio lleno sobre todo la parte, separada por una valla, de mesas. En la parte de delante de sillas y bancos, el orden es de quien se lo hace y allí nos sentamos en la 2ª fila tomando cervezas y empanada. Por los laterales pululaba el lumpen más lumpen de Madrid. Se van sentando a nuestro lado: dos bizcos con cabezas de pepino idiotas profundos y muy broncas que están en pelea con dos chulos macarras y muy pasaos que ponían los pies en el respaldo del banco donde estaban sentados. La madre de los bizcos, que no tiene desperdicio, con gafas de culo de botella grita ¡Qué cruz! ¡qué cruz! ¡Ni en el cine podéis dejarme tranquila! ¡Ven acá golfo, que vaya vida que me das! Y claro, ni caso, él anda a lo suyo ¡que quites de ahí esas zapatillas, que no tienes derecho! El pasao metiéndosele en el cogote le grita ¿qué dice, que no oigo nada? ¡Oye, que no oigo nada! Dejadlos ¿no veis que son unos drogaos y vamos a tenerla gorda? ¡Mira que no poder vivir en paz ni en el cine!
A nuestro lado se ha sentado una madre con dos hijas y niño que salen por pies en cuanto la madre pone el culo en el banco... ¡que ya os he dicho que no quiero perderos de vista! ¡Rubén, niño, ven aquí! El niño está mascando algo que le han dado. Pero, ¿qué comes? ¡Ven aquí! ¿No te he dicho que no cojas nada? Es que a ti te drogan ¡Como si no tuviera ya bastante con lo de las niñas! Rápidamente la de gafas de culo de botella interviene ¡Diga que sí, que no se puede fiar una de nadie! ¡Los drogan a todos! La madre se fija en nosotros y le falta tiempo para empezar el relato: es que ¡vaya sitio!, no hay que fiarse. Bueno ¡para qué contarles! El otro día estaban aquí dos señores muy educados sentados a nuestro lado y venga que convidarnos a las niñas y a mi, pero luego va y me dice la niña, la mayor, la de 14 años...mamá, esos señores querían abusar de mí. Como les digo, le metían la mano para tocarle los pechitos y sus partes y, como no pudieron, pues le dieron un pellizco que menudo moratón tenía. La de atrás no ha perdido detalle y con un golpe en el hombro la apoya. Ella insiste...pero señora ¡qué me dice a mí! ¡Aquí mismo...aquí mismito, .que vaya cerdos que hay y no son más que unas niñas! Porque mire uste, con lo guapas que son. Vea. La mayor es esa de ahí ¡Qué piernas tienen mis niñas! La niña luce sus largas y macizas piernas de 14 años hasta las nalgas y a los lumpen le babean los ojos ¡Rubén, que vengas aquí y no comas nada!!!...Señora tráigalo aquí y péguele, por lo menos que al niño no le pase lo que a las niñas. ¡Que estos son capaces de todo! ¡Qué cerdos!
Y aún faltan diez minutos para empezar MARATHON MAN.
¡Uste, Loli...como yo...tocaya! Ha salido gritando desde esas filas, entre el lumpen de tíos. Pantalón muy corto de pana fina marrón oscuro que deja salir las mollas por todas partes y camiseta rosa de tirantes que recoge las tetas con dificultad ¡pero oiga! ¿Qué me ha dicho esta señora de sus hijas?... ¡pues sí, como se lo cuento! Y vuelve a empezar la historia de la niña completa para su tocaya y vuelven a babear los ojos de todos ¡Diga que sí señora, hay mucho cerdo! grita la Loli mirando alrededor y a todo pulmón. Mire, sin ir más lejos, ese de las gafas de ahí, el Paco, le llaman y el Cubano, esos eran... y ¿qué me va a decir a mí? Fui ayer a ofrecerle pipas y me dijo ¡que me das las mamas! ...¿yo? ¿Yo te he dado las mamas? ¡Si repites eso te rajo, te lo digo, te rajo!!!
Los cinco bancos son un hervidero de murmullos, risas, codazos y excitación. El tal Paco, sin camiseta se abanica con un cartón el pecho brillante de sudor sin perder de vista a la Loli.
Los bizcos se han cambiado de sitio. Los tenemos justo detrás, junto a su madre y han arrastrado tras ellos a los de las zapatillas en el respaldo. Vuelve a organizarse de inmediato... ¡que te he dicho que bajes las zapatillas!... ¡oye, es que no oigo nada! La madre le mete un codazo. Te digo que los dejes, que son drogadictos. No te metas con ellos que puede ser peor. El perro que llevan se nos enrosca entre las piernas y levanta una polvareda bajo los bancos al revolcarse como una tormenta.
Por fin, a las 10:30 en punto, como estaba anunciado, se apagan las luces y empieza la película, respiramos pasta de polvo y están todos los bancos a tope. No paran de moverse y los niños juegan delante y detrás de la pantalla. Después de un primer corte para cambiar el rollo estalla la voz de la Loli, parece que dirigiéndose al Paco: cabrón, cerdo ¿qué te has creído, que soy como todas esas putas que tienes? Entre ella y el cerdo/cabrón hay sentado otro colega que trata de frenarla pero la Loli está lanzada y el Paco no se libra de un mordisco, no se sabe muy bien si en el cuello, cara o brazo. Tiran de ella, pero el mordido ha podido agarrar la camiseta rosa de tirantes de la Loli y tira con todas sus fuerzas entre chillidos insultos y ordinarieces hasta lograr arrancar los tirantes. ¡Esto no me lo haces a mí, cerdo! ¡A ver qué hago ahora! ¡Cabrón, es que te voy a matar!
Bueno, son las 12:15. Termina la proyección y estamos extenuados de tantas películas a la vez. No puedo casi abrir los ojos del polvo que llevo dentro. La Loli atraviesa por los bancos cogiéndose la camiseta intentando que no se le salgan las tetas. Silbiditos generales a su paso.
Marathon Man podré volver a verla, el resto es irrepetible.
Maku Vicente.
Madrid… aquel verano del ’87
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